La piel es el órgano más grande del cuerpo y tiene por principal función su protección de agentes externos como la temperatura, bacterias y virus que pueden causar el deterioro de la salud en general y a largo plazo, consecuencias que pueden desencadenar patologías y enfermedades.

Pero entonces, ¿cómo podemos protegerla? Tienes que saber que, además de los agentes externos, las estaciones del año también tienen un efecto positivo o negativo en nuestra piel. De hecho, seguramente has notado que, dependiendo de la estación, la piel va cambiando y vas sintiendo los estragos del frío o calor.

Con la llegada del frio, nuestra piel se nota más seca, con menos brillo y menos elasticidad. Esto ocurre porque la pérdida de humedad y lípidos se intensifica durante esta estación. Existen otros factores que favorecen la pérdida de la función barrera de nuestra piel y la aparición de las molestias típicas del invierno, como sequedad, picor o rojeces. Entre ellos encontramos:

• El contraste de temperaturas.

• El viento.

• El uso de jabón.

• Utilizar otros agentes químicos agresivos.

Los problemas dermatológicos más comunes en esta época del año son:

• Piel seca. Sus principales síntomas son picor y descamación de la piel.

• Dermatitis atópica. La sequedad ambiental puede propiciar brotes de eccemas. La calefacción también puede favorecer el ambiente seco.

• Alteraciones vasculares. El contacto directo con fuentes de calor puede dar lugar a trastornos vasculares en la piel.

• Sabañones. Pueden aparecer en orejas y manos al exponerse al frío y además causan mucho dolor.

• El fenómeno de Raynaud. Esta enfermedad dermatológica se agrava con el frío y hace que los dedos de las manos cambien de color, a azul o blanco.

• Urticarias por frio. Es menos habitual y requiere valoración médica.